El progreso es la evolución natural de todo lo que es nuestra vida, que siempre conlleva cambios, transformaciones, crecimiento personal, pequeños y grandes descubrimientos. Gracias a la innovación, la acción, la visión y el hacer de muchas personas es con lo que se logra que la humanidad avance y continúe.
El verdadero acto del descubrimiento no consiste en salir a buscar nuevas tierras, sino en aprender a ver la vieja tierra con nuevos ojos.
Marcel Proust
Reinventarse no quiere decir convertirse en alguien distinto a quien se es, sino sacar a flote nuestro verdadero SER. Es en este nuevo espacio de posibilidades donde afloran la creatividad, la sabiduría y la energía que transforman por completo nuestra experiencia, trayendo una mayor serenidad, ilusión y confianza a nuestras vidas. Está en nosotros, en el ejercicio de nuestra libertad personal, hacer elecciones que paulatinamente nos lleven a transformar nuestra forma de mirar.
Es por la lógica que probamos, pero por intuición que descubrimos.
El análisis puro pone a nuestra disposición multitud de procedimientos cuya infalibilidad garantiza; nos abre mil caminos diferentes en los que podemos embarcarnos con toda confianza; tenemos la seguridad de que no encontraremos obstáculos; pero de todos estos caminos, ¿cuál nos llevará más rápidamente a nuestra meta? ¿Quién nos dirá cuál elegir? Necesitamos una facultad que nos haga ver el final desde lejos, y la intuición es esta facultad. Es necesario que el explorador elija su ruta; no lo es menos para quien sigue su rastro y quiere saber por qué lo eligió.
Primero viene la intuición. El rigor viene después.
La mayor parte de la vida cotidiana es espectacularmente no lineal; si escuchas tus dos canciones favoritas al mismo tiempo, no obtendrás el doble de placer. Lo mismo ocurre con el consumo de alcohol y drogas, donde los efectos de la interacción pueden ser mortales. Por el contrario, la mantequilla de maní y la mermelada se combinan mejor. No solo suman, sino que se sinergizan.
Favorecemos lo visible, lo incrustado, lo personal, lo narrado y lo tangible; desdeñamos lo abstracto.
Si no nos jugamos la piel no hay evolución.
Muchas de las cosas que supuestamente han sido “inventadas” por las universidades en realidad se descubrieron mediante el juego, y más tarde se legitimaron mediante algún tipo de formalización. El conocimiento que obtenemos jugando, a través del ensayo y el error, la experiencia y la acción del tiempo, en otras palabras, mediante el “contacto con la tierra”, es inmesamente superior al obtenido a través del razonamiento.
La conversación enriquece la comprensión, pero la soledad es la escuela del genio.
Edward Gibbon