Desde hace un tiempo, el modelo de publicaciones científicas se observa como un sistema demasiado estático y poco versátil, lo que ha derivado en una crisis. No es nuevo, es un problema que viene de largo: el paper (el artículo científico) ha sido, durante siglos, una de las vías más exitosas para comunicar ciencia. ¿Será posible seguir confiando en el proceso actual o está por venir una transformación del mismo en un futuro próximo?
La vía habitual para comunicar resultados científicos en el caso de una investigación consiste en publicarlos en revistas científicas especializadas. Para ello existe un proceso previo que se denomina la revisión por pares o “peer review” nacido en Francia a finales del siglo XVIII.
Utilizado en la edición académica y científica, tiene como objetivo fundamental, asegurar la calidad y validez de los trabajos antes de su publicación y de su difusión al resto de la comunidad científica. Consiste en buscar el consejo de otros varios investigadores en el campo propuesto antes de la publicación, científicos independientes, anónimos y ajenos a los autores y que juzgan su calidad y lo aceptan, rechazan o proponen cambios.
Un proceso que en general es lento, pero que ganó peso a lo largo del siglo XX, a pesar de que Einstein no fuera su mayor fan, y que hoy continúa siendo elemento imprescindible de una revista científica de calidad. Es una evidencia que las revistas científicas y su sistema de publicación influyen mucho en la investigación.
Esto ha generado una especie de carrera que revela una preocupación: ¿Se anima a los investigadores a producir, y no a tener razón? o como dicen los científicos: “publicar o perecer”.
Por ejemplo, Peter Higgs, físico, y padre de la teoría del Bosón que lleva su nombre, ya no podría hacer su investigación hoy día. Porque no lo encontró lo suficientemente rápido y no publicó lo suficiente, dijo él mismo después de obtener su Premio Nobel en 2013. La Universidad de Edimburgo estaba a punto de prescindir de sus servicios cuando fue nominado por primera vez en 1980.
Comunicando Ciencia desde el siglo XVII
La ciencia avanza a través de la investigación y desde el siglo XVII (1665) ha dependido de las revistas científicas para su difusión. La historia sitúa el nacimiento de las revistas científicas en el seno de las sociedades científicas, cuando estas se convirtieron en el modo universalmente aceptado de comunicación científica. Aunque dicho de forma muy resumida, porque el verdadero proceso de asentamiento del artículo científico y las revistas científicas, ha sido largo y variado hasta llegar al formato actual (“Comunicar la Ciencia: el artículo científico desde el siglo XVII hasta la actualidad”).
No menos complejo, ha sido el proceso que llevó a las revistas científicas a su estado preponderante como medio de comunicación científica. Y el cómo se gestaron, tanto el proceso de revisión por pares para garantizar la calidad de las publicaciones, como el concepto de autor (“The Scientific Journal”.).
Es, hoy en día, en Nature, Science, Cell, The Lancet, y otras revistas donde se anuncian, comentan, retoman y completan los avances y descubrimientos. Es mediante la publicación científica que un investigador puede demostrar sus cualidades a su comunidad.
¿Publicar o hacer ciencia? ¿Cantidad o calidad?
La máquina no para de trabajar. Es como si las universidades y los organismos de financiación hubieran delegado la tarea de clasificar proyectos, ideas e investigadores en revistas científicas. La llegada a los laboratorios de los principios de gestión y la moda de las métricas han hecho el resto.
Las publicaciones científicas se han convertido en el criterio que hace que la gente crea en los científicos y les den fondos, un puesto, un ascenso. Desde entonces ha comenzado una agotadora carrera por la publicación en todo el mundo. Cada año se escriben más de 2,5 millones de artículos. Como “un hámster en su rueda”, dice una bióloga.
Muchos estudiantes investigadores o investigadores senior responden a menudo con sus testimonios y confiesan que sienten que ya no investigan para entender el mundo sino para publicar. De hecho, cuantas más publicaciones tiene una universidad, más prestigio y mejor posicionamiento en los rankings de excelencia como el Ranking de Shanghai. (Academic Ranking of World Universities).
Hay que asumir que la configuración de la investigación internacional compromete a los investigadores a publicar con demasiada frecuencia y rapidez, aunque ello signifique dejar pasar los estudios por aportaciones científicas cuestionables.
A pesar de que la irrupción de internet ha podido transformar el sistema de acceso y manejo de la información científica, el sistema de publicaciones científicas continúa funcionando con estructuras similares a las del siglo XIX. Este contraste entre la transformación del sistema de acceso a los contenidos y el mantenimiento de la estructura editorial genera conflicto. ¿No será esta una prueba más de que algo no anda bien en el sistema de producción científica?
Factor de impacto
En la actualidad hay más de 25.000 revistas científicas, según la revisión de pares, incluidas 12.171 con un “factor de impacto-IF” y clasificadas en el ranking de Thomson Reuters, editado como el JCR (Journal Citations Reports). Este impacto se basa en el número medio de citas de un artículo de la revista durante los dos años anteriores. La dificultad para un investigador será apuntar al nivel “adecuado” de revista para su artículo, evaluando los riesgos de rechazo y las posibles ganancias en términos de reconocimiento.
La “bibliometría” ha tomado el poder, ese cómodo hábito de identificar a los investigadores con números, como el omnipresente y controvertido índice h. Este tiene en cuenta su número de artículos y las citas de esos artículos. Un índice que pone en desventaja a los autores de pocos artículos, o incluso a veces a los muy importantes.
Esto produce un daño humano, y es que publicar es un trabajo enorme. La redacción lleva meses de ajustes, de lucha con todos los autores, e incluso interesados, una revista casi siempre requiere detalles, nuevas experiencias y por tanto, meses de trabajo y estrés. Mientras tanto, las becas han expirado, otros equipos han avanzado. Solo entre el 10 y el 15% de los trabajos presentados se publican en las principales revistas.
¿Deterioro de la investigación?
Consecuentemente, el daño también es científico, ya que esta loca carrera por la publicación ha dado lugar a una serie de artículos de menor calidad. cada vez menos investigadores tienen tiempo para leer. Se trocea un artículo para obtener tres artículos donde uno hubiera bastado. Se exagera la importancia de un estudio para crear un “efecto sorpresa” que resulte atractivo. Se citan expertos para atraer la benevolencia. Se favorecen los temas de moda. Se anima a los investigadores a ser “productivos”, no a hacer avanzar la ciencia …
Se estandariza la ciencia, los proyectos originales y creativos a menudo no entran en el marco de una investigación extremadamente mesurada. Sobre todo, se escenifican supuestos mecanismos de explicación mediante la narración en detrimento de la confirmación de las principales observaciones, base de la ciencia.
No es de extrañar entonces, que la reproducibilidad de la ciencia se haya convertido en una preocupación importante en los últimos años y que las retractaciones de artículos estén aumentando. Aún considerándose “virtuosas” por la comunidad científica, y acogiéndose con satisfacción, este gesto de integridad afecta incluso a los premio Nobel.
La labor de revisión, también entra en crisis, porque ya no es posible dedicar tiempo a una labor ciertamente ingrata, que no reporta ningún beneficio directo (ni económico, ni de reconocimiento). Lo cual ha llevado a los editores a solicitar a los propios autores sugerir los revisores, cosa que ha dado lugar a comportamientos fraudulentos.
Los resultados son ajustados para que vayan en la dirección deseada, sabiendo que pocos equipos querrán tomarse el tiempo o los medios para verificar los resultados ya publicados. Se paga un precio para participar como colaboradores o para ser agregados como autor en revistas sin escrúpulos o llamadas “depredadoras” o hacer uso de las “fábricas de papel” como nos cuenta el periodista científico Leonid Schneider, donde se pueden solicitar artículos científicos falsos y publicarlos en revistas.
Esto no es todo, también se han desvelado las artimañas que usan algunos editores de estas revistas para posicionarse mejor en el JCR (Journal Citation Reports) y la falta de rigor de Thomson-Reuters lo que desvela que no solamente falsean estadísticas sino que llegan a lucrarse económicamente.
¿Publicaciones científicas a prueba de pandemias?
Sí, porque la pandemia responsable de la Covid-19 ha causado ciertas tensiones, provocando en parte una crisis que puede que repercuta en el futuro modelo de publicaciones. Lo que se ha observado, durante los primeros tres meses del año 2020, es que los médicos no han tenido tiempo para analizar sus resultados o escribir artículos.
Por el contrario, investigadores confinados, han estado disponibles para analizar los datos que habían dejado de lado y prepararlos para su publicación. Y los consejos editoriales de las revistas no siempre han estado lo suficientemente disponibles para llevar a cabo sus tareas habituales de evaluación y seguimiento. Pero todas las revistas científicas, sea cual sea su campo, han querido publicar rápidamente en Covid-19 para atraer lectores.
La competencia ha sido enorme, y para estos artículos en muchos casos se han reducido sus requisitos en términos de estándares de calidad y ética. La revisión por pares se ha completado a veces en menos de 48 horas, mientras que esta evaluación suele tardar al menos un mes. Las revistas de prestigio han publicado, como consecuencia, artículos de calidad mediocre (resultados clínicos obtenidos con un número muy reducido de pacientes, estudios sin comparador que no aportan evidencia) y en ocasiones mal redactados.
Algunos datos más
- Entre enero y mediados de abril de 2020 fueron publicados más de 5,000 artículos sobre Covid-19 en revistas revisadas por pares , alrededor de cincuenta al día.
- Han surgido sitios de Internet para enumerar toda esta literatura, incluso para analizarla. ¿Dónde queda la calidad? se pregunta el Eppi-Center (Centro de Coordinación e Información de Evidencia para Políticas y Prácticas), cuyo objetivo es “desarrollar métodos para reunir datos de investigación con el fin de arrojar luz sobre cuestiones importantes de política, práctica e investigación”
- En una página dedicada a la pandemia, la organización enumeró, a 16 de abril de 2020, 4.510 artículos científicos de los que 3.008 (67%) fueron excluidos del análisis porque no contenían datos originales producidos por los autores. Eran opiniones, comentarios, sin aportar hechos convincentes.
Los preprints como alternativa
Al existir la incapacidad de respuesta en tiempo y forma por parte de las editoriales, muchos autores se han visto obligados a acudir a plataformas de prepublicaciones (preprints) como bioRxiv, Queios, OSFpreprints, medRxiv, ArXiv, para dar a conocer los resultados de sus investigaciones.
La preimpresión , o “manuscrito del autor”, es la versión inicial de un informe de investigación publicado en línea en un “archivo abierto” antes de enviarlo a una revista. No incluye las modificaciones que el autor hará después de la revisión por pares (si el artículo es aceptado), las correcciones de los editores y el diseño. Los archivos abiertos fueron desarrollados en 1991 por físicos (arXiv), a finales de 2013 por biólogos (bioRxiv), y solo a mediados de 2019 para artículos médicos (medRxiv).
El interés de los preprints es reconocido por la comunidad científica: aceleran la difusión de la investigación (tarda unos nueve meses entre la presentación y la publicación), permiten establecer una fecha para asegurar la autoría del trabajo y hacer accesibles los datos que, si finalmente no se publicaran, se perderían.
Preprint no significa mala calidad
Los preprints de registros controlan rápidamente el contenido antes de on-line para eliminar artículos con declaraciones que puedan inducir riesgos para la salud, los artículos infractores, o el plagio. La disposición en forma de preimpresión no impide la publicación posterior. La comunidad médica, hasta ahora reservada sobre esta práctica, ha evolucionado. Pero lo que parece en gran parte ignorado por muchos medios que discuten Covid-19 es la advertencia en la página de inicio de medRxiv:
“Los preprints son informes preliminares de trabajos que no han sido certificados por revisión por pares. No deben utilizarse para orientar la práctica clínica o los comportamientos relacionados con la salud y no deben presentarse en los medios de comunicación como información establecida”.
Frustración y conciencia
El debate está servido: ¿Cuántas publicaciones científicas se retractan cada año? ¿Existe una evolución? ¿Cuáles son las razones de estas retractaciones? ¿Qué es la crisis de reproducibilidad? ¿Afecta a todas las áreas de investigación? ¿Podemos vincular esto a la máxima de “publicar o perecer”? Afortunadamente, todos estos excesos hacen reaccionar a la comunidad científica:
- Retraction Watch , lanzado en 2010 como amplia base de datos que cuantifica el fenómeno de la retractación. Todos los períodos combinados, hay casi 20.000 retractaciones, y el número de elementos recuperados se ha multiplicado por 10 en la última década. Se dan muchas razones, que van desde simples errores hasta fraude comprobado.
- La Declaración sobre la evaluación científica, DORA, firmada en 2013 en San Francisco, y que promueve un cambio en el sistema de evaluación de la investigación que se basa en el factor de impacto. Se necesitan otros medios de evaluación de la investigación y de los investigadores, poniendo énfasis en la calidad de la investigación y no en su publicación. Hay que basarse en el valor intrínseco de un proyecto y cambiar la cultura en esta área. Hasta la fecha, 19.019 personas y organizaciones en 144 países han firmado DORA.
- La Ciencia Importa, plataforma que buscan lograr un cambio en la publicación científica convencidos de que se requiere un trabajo en equipo, no solo publicar observaciones individuales, sino también colaborar con la ciencia y ser parte de ella.
Disrupción digital para liberar a la ciencia: la llegada del acceso abierto, y la ciencia abierta
Con espacios que permitan discutir y revisar públicamente los contenidos científicos, de forma que el número de científicos que pueden “revisar” un artículo sea muchísimo mayor que el ofrecido por un sistema de revisión por pares. Acelerado por la evidente codicia de los editores científicos que suben los precios de las revistas científicas, donde se publica como contenido cerrado y privado, el trabajo de los investigadores, que precisamente ha sido financiado con fondos públicos. Por lo que para acceder al conocimiento generado por sus científicos, los Estados lo tienen que recomprar a esas revistas.
Es el momento de cambiar este “ahogo de la producción del conocimiento”
En Europa proponen un cambio radical en la forma de hacer ciencia y difundir sus resultados. Su mayor barrera es el modelo tradicional, rentable para las grandes editoriales académicas.
Así nació el Plan S que es una iniciativa para la publicación de acceso abierto que se lanzó en septiembre de 2018, cuenta con el apoyo de cOAlition S. Un consorcio internacional de financiación de la investigación y organizaciones ejecutoras que pretende que, a partir de 2021, las publicaciones científicas que resulten de la investigación financiada con subvenciones públicas, se publiquen en revistas o plataformas de acceso abierto compatibles.
¿Traerá esta “pandemia de artículos” cambios futuros?
Alrededor de un centenar de revistas académicas, empresas, institutos y negocios se han comprometido a hacer que la investigación y los datos sobre Covid-19 sean de libre acceso, al menos mientras dure la epidemia. Algunas revistas ya no cobran tarifas de publicación. ¿Es esto un buen augurio para cambios duraderos? ¿Se volverá a plazos más razonables de revisión por pares de dos o tres meses? ¿Los preprints se convertirán en una práctica estándar para todos los artículos biomédicos?.
Sería aconsejable que los investigadores se tomen el tiempo para hacer un buen trabajo, y no caer en “Publicar o perecer”. Esto significa darles independencia lo más rápido posible. Igual estamos ante un nuevo paradigma y esta situación desembocará en cambios esperanzadores.
Las publicaciones científicas han cambiado mucho desde su nacimiento en el siglo XVII. Pero un repaso a su historia revela también que algunos de los debates actuales -revisión por pares, edición de las revistas privada o por sociedades, bibliometría- tienen raíces más profundas de lo imaginado. Quizás conocer la historia pueda ayudar a aportar las soluciones a estos debates.
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